Un viejo amigo

Mar 16, 2021

Esta semana me visitó un viejo amigo, el miedo.

El lunes desde que abrí los ojos lo sentí acostado a mi lado. De una lado de la cama estaba Bibi y del otro estaba el espacio vacío y frío donde le gusta acomodarse al miedo. Siempre descansa ahí mismo, a un lado mío y justo arriba de donde se pone la gata negra.

Me levanté despacio, con la intención de no perturbarlo, pensé que con suerte podía salirme del cuarto sin despertarlo pero mi plan no funcionó, resulta que los miedos no duermen si no que solo se acuestan para fingir que descansan.

Entonces lo saludé y le conté las cosas que tenía que hacer en la semana, dando por hecho que por supuesto me iba a estar acompañando todos los días a todas horas, y así fue.

El lunes fuimos a Tulum y me recordó que no me gustan las carreteras. Aprovechó para contarme estadísticas sobre accidentes y porque es la peor ideal del mundo manejar en la lluvia. Por supuesto que me recordó que mi madre casi muere en ese mismo camino y que en realidad preferiría que no me subiera a coches nunca.

El martes me acompañó a entrenar parado de manos y me dijo que tuviera cuidado porque solo es cuestión de tiempo que me rompa la muñeca, me disloque el hombro y me lastime la espalda. Dice que en realidad no debería estar haciendo esas cosas y que desaprueba por completo. Fue tan insistente que casi me arruina el entrenamiento pero resistí porque es mi actividad favorita de la semana.

El miércoles trabajamos, bueno, yo trabajé y el miedo se sentó a mi lado y me nombró una por una las razones por las cuales piensa que mi trabajo no sirve y no es relevante. Me dijo que mejor me acostara a ver la tele y que él se encargaba de hacer mis pendientes, pero por suerte no le hice caso y seguí con lo que estaba haciendo.

Ya para el jueves me tenía harta, es que no para de hablar y yo soy amante de los silencios. En la mañana me invitó a ver las noticias y se encargó de amplificarlas y exagerarlas todas. Me dijo con certeza que lo peor está por venir y que no voy a poder aguantarlo. Yo en cambio le conté de todas las veces que pensé que no iba a poder y sí pude y de cómo hasta de mis peores momentos he logrado salir. Creo que le cayó fatal mi entusiasmo.

El viernes me despertó con violencia, me agarró de los hombros y me sacudió con fuerza. Me hice la valiente pero la verdad me dieron ganas de cancelar el día, quedarme en la cama y llorar. Casi lo hago pero luego me acordé que eso no existe en la vida de las señoras ocupadas y productivas como yo, entonces me levanté, vestí y nos hice de desayunar. Yo comí poquito y el miedo se acabó lo suyo y el resto de lo mío. Salimos a hacer mis cosas; fuimos a una junta de mamás, a una clínica, a dos citas, hicimos un live, cocinamos, escribimos y todo el rato el miedo me agarró de la mano.

Ya para cuando me dormí estaba exhausta, no hay nada más cansado que tener una visita no deseada. Y sobre todo para mí que disfruto tanto de mis espacios a solas.

Hoy cuando me levanté ya no estaba, me imaginó que se levantó temprano y se fue sin despedirse. No me ofendo ni me enojo, sé que volverá pronto y me contará todas sus nuevas aventuras. Por lo pronto yo voy a a desconectarme del mundo y descansar un rato.

Bye.

Luego nos vemos.

 

K